Un primer gracioso, con gracia, me envió un whatsapp, una foto, donde Charles of England salía en posición de firmes, quizá escuchando un himno, quizá en un país de África, quizá después de un largo viaje, con Camilla a su izquierda, paraguas amarillo para protegerse del sol. Me he quedado de piedra, traumatizado, como un gol recibido en el minuto 92 de una final de Champions. El traje de Charles no era lo que me tiene acostumbrado, su sastre siempre me ha gustado, no es un Príncipe de Gales, nada de un buen nudo de corbata, nada de una corbata preciosa con un pañuelo sutil, para colmo no estaba bien abrochaba la chaqueta que no era de botonadura cruzada. Me he quedado perplejo, el mundo se derrumba, he necesitado mis sales, ahora entendía lo que nuestro brillante jefe del ejecutivo anunciaba desde sus inmensos conocimientos: la nueva normalidad ha llegado. Camilla estaba ella deslumbrante, inmutable, sosteniendo a la sombra de una sombrilla la dignidad del Imperio. No se de cuando es la foto, no me han informado, antes del covid-19. Quizá algo está cambiando en el mundo.
Al mismo tiempo Charles ha recuperado terreno, veloz como una centella, audaz, como es él con o sin soplillos. En una intervención telemática para el Foro Mundial de Economía ha hablado de la oportunidad que la pandemia nos proporciona de recuperar la economía mundial, un fenómeno. Se ha currado el discurso. Ahora que tiene tiempo, no viaja tanto, descansa de su agotadora, frenética actividad, se ha enclaustrado con Camilla haciendo punto pelota, para encontrar la fórmula que impulse la economía global, nos saque de la situación actual, solucione lo del Brexit, impulse el imperio a cotas inimaginables cuando Charles sea rey por nunca jamás. Yo reconozco que no le conozco personalmente.
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