Londres se presenta lluvioso, con fuertes vientos, desapacible, inglés en una palabra. Hay que ponerse una buena gabardina, sombrero, y aguantar, sin dejar de vivir. Hasta Heathrow ha permanecido cerrado en algún momento. Sin embargo eso que echa para atrás a los hispanos, a mucha gente que vive por aquí de otros países, se convierte en el día a día, ambiente, costumbre, cuando sale el sol radiante se celebra, así a través de los siglos se ha fraguado un carácter una forma de ser. Es como salir a la mar en el Mediterráneo o por estas costas, es parecido no igual. Todavía resonaban las melodías de "Hamilton', las letras más conocidas. Da da da da da da da dabadaba o algo así. Es que Londres en eso de teatros, show business, es díficil de superar, en el idioma que hablan por estos lares, naturalmente.
El Brexit ha llegado, para quedarse. Lo del coronavirus es un pequeño receso, menos turistas orientales, menos compras, saldrán a la calle los naturales para impulsar el esfuerzo, partidarios o no de permanecer en la Unión Europea. La City hará negocios con quién se tercie. No es que sea la resistencia a la invasión hispana de Felipe II, la de Napoleón o la amenaza/pánico del hombre pequeño con el extraño bigotito, no es ese ambiente, todo está globalizado, las ideologías brillan por su ausencia. Se van a unir entre ellos, quizá hasta me da la impresión que la cereva, Guiness o no, en algunos lugares es más barata. Siempre me intrigó que hubiese sido haber estudiado aquí, hablar inglés de tu a tu con un inglés, que en el fondo desprecian a quién no lo habla a su gusto, acento, esos detalles que hay que aprender antes de los seis años.