En la Grecia clásica los hombres y mujeres andaban por las calles, comían, dormían y buscaban lo que todos los humanos. Nosotros seguimos siendo humanos. En la Grecia clásica hubo siete sabios o seguramente muchos más. Ahora también debe haber algunos sabios, pienso yo.
Si te paseabas por Atenas, Mileto, Esparta o Lesbos, te encontrabas tiranos y a estos siete hombres con los cuales podías hablar, preguntarles, escucharles. Estos hombres, y muchos otros, trataron de encontrar maneras de solucionar los problemas de sus conciudadanos y luchar contra la condición humana que arrastra negativamente.
Luego en las tabernas de Atenas, construyendo la Acrópolis, escuchando a Fidias y manejando la guerra del Peloponeso, si tenías suerte, Pericles se paraba a disfrutar de un vino con queso de cabra. Pericles era acesible al diálogo. Era el siglo V A.C., precisamente el de Pericles. Probablemente existe algún Pericles por las calles de España, porque nombres más raros llevan ahora los españoles.
Nuestro Pericles no tendría más remedio que escuchar la radio, la tv y leer prensa, impresa o digital. Se encontaría perdido.
Fustigado por noticias de una crisis ecónomica terrible, una deuda galopante, un paro descomunal, pretensiones por separarse de España, la educación y la calidad del aprendizaje, sobre la sanidad, corrupción y cotilleo. Oiría que algo que se llama estado del bienestar se va a perder. Pensaría que es un pueblo un tanto estúpido ya que quiere perder algo tan agradable como el bienestar. Lo mezclaría con escuchas, espías, satélites dando vueltas, conversaciones telefónicas grabadas; amigos que no se fían el uno del otro, mismos orígenes, principios y objetivos dispares. Pensaría en esa palabra llamada globalización y huiría en busca de una taberna donde ponerse a pensar o emborracharse.
Llegaría a la conclusión de que se ha perdido la esencia, que este español está perdido o los árboles no le dejan ver el bosque. No vería grandes problemas, si una complejidad artificial creada por intereses. Le llamaría la atención que no oyó hablar de trabajar unidos de verdad, de ceder cada uno, de ser honesto, de fortaleza, sudor, esfuerzo colectivo e individual, de autocrítica. De reconocer que esto es más sencillo de lo que parece y que simplemente hay que tirar del carro todos, que no hace falta que te invadan para ver la luz. En sus tiempos era más sencillo explicar la esencia.
Luego en esa taberna se daría cuenta que en lugar de hablar de fútbol hablan de las novias de los futbolista y así comprendería que es difícil.
Se volvería a su tumba a escuchar a Tucídides en su funeral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario