domingo, 3 de febrero de 2019

Superbowl LIII en Atlanta. Patriots y Rams.

Si, confesado, me quedé hasta las 4 am para ver la final entre los Patriots y Rams. Boston, New England y Los Angeles, pero no es una cuestión de ciudades.
Quién me lo iba a decir cuando en la pretemporada, agosto 2018, vi a los Rams en Los Angeles con tanto sol, tanto calor. 
Este  deporte, football, nada tiene que ver con nuestro fútbol, aunque tendemos a comparar, son como las cifras que se manejan, el himno, las actuaciones musicales, el precio de los anuncios y lo que se consume. Menudo estadio, menudos precios de entradas.
Estuve en mi sillón, luchando, a veces, con mi sueño, y di alguna cabezada. Sólo bebí agua, nada de hamburguesas, nachos, aperitivos indigestos, ni cerveza a mantas, ni hot dogs, ni palomitas, nada de nada. Luego a las 715 en pie.
El partido fue...el partido. 
Se cumplió el objetivo de los Patriots ganar, sólo piensan en ganar y había que ganar a estos Rams de Mc Vay y su QB Jared Coff, que querían ser los más jóvenes de la historia. Había que ganar este domingo en Atlanta. Y ganaron.
Hubo muchos records batidos ,entre ellos el de cortedad del resultado con un 13-3. Luego los de Belichick y Tom Brady. Siempre dió la sensación que los muchachos de Belichick sabían lo que hacían una vez más. No fue un partido bonito, fue como es esto del football. Edelman (luego MVP) estaba siendo el mejor en la primera mitad con su inteligencia, rapidez y frialdad para moverse en esos espacios, como un campo de minas. Luego llegó el maltratado cuerpo del gigante Gronkowski, como en una película junto a Gilmore y Michel, para dar la puntilla definitiva. Brady estuvo allí.
Quizá Mc Vay lo pueda explicar mejor que yo, lo que hicieron los Patriots para que no ganaran los suyos, lo hacen con todo el mundo. ese espíritu, ese saber en el momento oportuno. El resto es historia.

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