No es que nuestra existencia sea como hacer surf, sin embargo si que nos deslizamos con fragilidad en las aguas de nuestras propias limitaciones. Mantenemos un equilibrio inseguro hasta el último de nuestros días.
¿Por qué no nos acostumbramos nunca?
Rapidamente se nos olvidan los múltiples factores que pueden alterar nuestra existencia, e incluso el verano, las vacaciones o eso que llaman el merecido descanso (?), se convierte en una especie de pesadilla que los sistemas modernos de comunicaciones consiguen acelerar y todo llega en pocos minutos; no puedes dejar de estar comunicado con el mundo exterior, te persiguen, sobre todo si son malas noticias.
Todavía faltan días para el mes de Agosto, cuando los tiranos se dedican a invadir países porque los occidentales disfrutan del merecido descanso (?).
Nadie puede excusarse, el smart phone funciona y te controla, en Malibú o en la playa que sea.
La vida californiana es variada, y se puede aprender a hacer surf si no lo has hecho nunca. Es un deporte bonito donde lo mejor es ver la mar y la ola como si fueses un pájaro que vuela bajito; al final se hace ejercicio y hay que tener cuidado con el sol. El agua está fresquita, muy agradable en mi opinión, revitaliza; también noto que no es tan salina como la de nuestro Mare Nostrum.
Mientras en la vieja y civilizada Europa parece que han conseguido un acuerdo sobre como meterle mano a la deuda griega; no digo resolver el problema porque no estoy seguro de lo que pueda pasar.
La tecnología echa humo y dan ganas de tirar el móvil al agua.
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