Aunque Shakespeare en el Griffith park no es lo mismo que en New York City, es agradable oir al inmortal bardo explicarse sobre la Verona del Renacimiento.
Lo mejor la temperatura nocturna en el parque.
El público es entusiasta, porque entre otras cosas es gratis. Nos han colocado en el centro con unas entradas Vip que incluyen una sillas que me resultaron muy cómodas.
El señor que estaba delante de nosotros sufrió mucho con la obra, Romeo & Juliet, y eso que era americano. Este gringo se esperaba otra cosas; pensaba en una comedia que le hiciese sonreír y se quedó de piedra al final con tanto muerto y aquello que acaba como el rosario de la aurora.
En fin placentero, ameno y muy agradable.
Por la tarde ya a eso de las 13.30 bautizo en Beverly, parroquia de The Good Sheperd, aire acondicionado fantástico, palmeras altísimas, una cantante de himnos de calidad y buena voz; permiso para utilizar face time para retransmitir la ceremonia al mundo exterior.
Dos niños se bautizaron, uno grandote de más de dos años, el otro, Solomon, de cinco meses.
El mayor se pasó la ceremonia dormido en brazos de su padre, hasta que le despertó el agua; el pequeño curioseando todo, atento al diácono.
Baby Solo, como le llaman en inglés parece un tipo simpático; iba de blanco, con una cruz de oro al cuello pequeñita. Ayer también prestó atención a Shakespeare los primeros veinte minutos; hoy ha sido bautizado y su alegría es contagiosa.
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