Nunca he sido un conocedor de plantas, naturaleza, u otras hierbas. En una escuela, donde pretendía estudiar y aprender, un alumno musulmán nos indicó que existían dos ejemplares de cedros del Líbano, en sus jardines, como si nadie lo hubiese apercibido, aquel hombre lo mencionaba desde su religiosidad, casi como sagrado.En Ussé hay unos árboles extraordinarios en un castillo de la bella durmiente del bosque de Perrault, que da idea del poder, fortuna de algunos, muy pocos. He visto algún cedro de más de doscientos años, robustos, complicados en su ramificación, no son eternos, quizá puedan padecer con el covid-19. Contaba la anécdota de mi escuela, mencionaba la Biblia, como Salomón los utilizó para el templo, alguien no presta atención y dice que debían ser extraordinarios si vinieron de Jerusalén a buscarlos. Aclaro que el tal Salomón los tenía cerca en el Líbano, ese país, poco a poco finiquitado, con guerras, que no cesan. Oriente Medio sigue a pesar de todo, explosiones, invasiones, con cedros o sin ellos, la naturaleza es simbólica, nos va dando indicaciones, ejemplos, nada es eterno. No se cuanto vive el árbol más longevo, los hay de miles de años en USA, tranquilos, ahora protegidos,no como los ciudadanos del Líbano, a veces los animales, plantas, objetos, gozan de mayores seguridades que los humanos.
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