miércoles, 19 de agosto de 2020

Navegar es necesario.

El dia es oscuro, amenazante, o tipico de estos lares, horizontes borrascosos, estuario de arenas que se mueven en el fondo, poca actividad marinera, menos mal que voy con alguien que sabe de la mar. No llevamos muchas cosas a bordo, hay eso si un Saint Julien, l´Amiral de Beychevelle, mi patron me dice que no se precisa nada mas, un salchichon, pan, y el Saint Julien, donde hay patron ya se sabe lo del marinero. Vamos progresando con el velamen ajustado a las condiciones. El velero se acomoda, ajusta, la pericia del patron le gusta, se siente bien mandado, responde con alegria, precision, es como si ambos se entendiesen de maravilla, no es solo el dueño, es como un amante, correspondido. Nos vamos adentrando en el canal, el de la Mancha para nosotros, the channel para el enemigo. He pedido silencio al viento, que soplase generoso sin pasarse, el patron es un marinazo, el marinero no tanto. Le veo otear el horizonte como si no le afectase lo que hay en sus proximidades y a la vez pendiente de todo, la visibilidad es pobre, hay chubascos amenazantes, todo es gris, incluso la mar se ha vuelto gris. El patron sugiere abrir una botella, 2018, que es un año excelente, lo pruebo, en verdad lo es, recomiendo que se escriba algo en el cuaderno de bitacora, es mas que un vino, la velocidad, viento, olas, todo se acomoda al Saint Julien. Nunca habia visto plegarse a los vientos ante nada, no conozco a Eolo ni Neptuno, tampoco vivi aquello de Tiberiades, donde las olas se acomodaban a un hombre muy especial. Me aprovecho de esta oportunidad unica, el salchichon que se parece a un fuet rico rico y a ese pan de baguette me sabe a gloria con aquel vino y considero que debo escribir esta experiencia, aunque el teclado me resulte extraño. 

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