Hacía frío en Londres y los veranos amenazaban las tormentas, Londres es una ciudad con mil ciudades dentro. Hacer cola para entrar al museo de Madame Tussauds de Marylebone Road fue un clásico, durante mis visitas a Londres y recuerdo la ilusión de ver lo que esta señora contempló, lo de su época, porque parecía real y terrorífico. Pasabas de la casa ficticia de Sherlock Holmes a los horrores de la revolución francesa en un par de minutos, la guillotina y las tenebrosas calles de Londres llenas de asesinos y cubiertas en niebla, en unas cuantas yardas de fantasía.
Supongo que fue la inocencia pérdida lo que me impide entrar en cualquier otro museo de cera. El trauma me surgió cuando contemplé la reproducción de Tom Cruise en medio del gentío y su altura con alzas.
Ahora hay museos de cera en muchas partes, llenos de "celebrities", a veces hay que retirar las figuras porque dejan de pertenecer a un grupo o caen en desgracia.
Y soñé un sueño horroroso, con casa de los horrores a nivel carpetovetónico. El museo de cera de mi pueblo, en España, estaba lleno de Urdangarines, Ana Rosas, Paquirrines-Pantojas, Salvamés y demás faunas que pueblan la televisión (pido disculpas por olvidarme de tantos) que seguramente representan lo que somos, porque captan a la audiencia.
Ya no sabía quienes eran los personajes y los confundía en un juego macabro mientras Ana Rosa pontificaba desde un púlpito ( bueno, ella decía que informaba) y sus colaboradores la adoraban por no se que razones y a mi me llevaban a la guillotina a la guillotina por hereje y la auténtica Madame Tussauds me sacaba un molde perfecto de mi cabeza.
-Vas a quedar para la posteridad, mejor que Paquirrín- Me susurraba al oído de mi cabeza ya separada de mi tronco.
Y no me desperté, esa España es real
-Vas a quedar para la posteridad, mejor que Paquirrín- Me susurraba al oído de mi cabeza ya separada de mi tronco.
Y no me desperté, esa España es real
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