Parece ser que el Homo Sapiens del cual todos descendemos se originó en el continente africano, hace unos 200.000 años, lo cual significa que nuestros últimos 5.000, por muy relevantes que nos parezan, son muy poquita cosa. No digamos estos últimos llenos de inventos, progreso, avances, retrocesos, vulgaridad, todo junto.
Ahora hay quién expone, científicamente, que quizá no todo se concentró en una misma región africana, como se pensaba, el Homo Sapiens puede proporcionarnos sorpresas. África tuvo siempre algo, especial, mágico, al menos para mí. Era un territorio vírgen donde todo tenía sentido, porque el hombre blanco no había intervenido demasiado. Denys Finch Hatton, el cazador que estudió en Eaton, habla en la película del sentido de los animales, leones principalmente y los masais, no deja muy bien al hombre blanco, inglés principalmente, que en masa destroza todo, o casi todo, lo que toca. Vemos a una leona, o león, cazar, comer, como comen cuando tienen hambre, parearse cuando se parean, matar a las crías de otro león macho dominante, todo lo hacen como si fuese la primera vez. El ser humano, el evolucionado Homo Sapiens, manipula en su cerebro, no mata con la inocencia de la leona, no copula con el interés desinteresado del afanoso león. En el ser humano, ellas y ellos, como en Podemos o cualquier otra formación política, hay intereses, recuerdos, no lo hacen por primera vez, quizá por eso es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
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