En la película de B. Wilder la tentación vive arriba, pero es en la versíón española siempre con la cuestión pecaminosa detrás, porque la original de los americanos habla de una picadura, cuando llevas siete años de matrimonio, que te hace mirar a otras mujeres acosándolas, en la película muy guapas, una de ellas. M. Monroe, mostrando su plenitud al mundo, algo también muy machista. Supongo que la juzgarán de machista tanto el vicepresidente del caso Dina como su señora, en su casa de Galapagar debe estar prohibida. Hay que ponerse en 1952, cuando triunfaba en Broadway, dos años más tarde cuando Wilder cogió al exitoso actor T. Ewell, el mismo de la obra, decidió hacernos pasar un buen rato a los hombres heterosexuales, porque es muy machista. Quizá ya he expresado el carácter machista de la obra y resulta cansino, pero es que es tan machista. No digamos la escena del subway de NYC con el blanco vestido de la protagonista levantando el vuelo, eso si que es machismo. Hace mucho calor en New York en verano, alta humedad, hay que trabajar, la familia se va de vacaciones, uno se queda de Smith, no aguanta la tentación, no vive en Galapagar, no hay disculpa posible, no se puede tener un comportamiento tan machista, siempre pensando lo mismo, no es algo que suceda a los siete años de matrimonio es que sucede continuamente. Una vez Forges dibujo un chiste de los suyos. Se veía la escena de un matrimonio. El marido leía un periódico, ella perversa, tentadora, Eva LGTBI+ sin saberlo, mostraba su pierna depilada saliendo de entre la sabana y decía.
-Mariano soy Netzer.
Eso si es una tentación, acostarte con Netzer no soñar con M. Monroe.
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