jueves, 29 de agosto de 2013

Los visitantes V, el duque y los tomates

Nuestro Duque de Alba, del siglo XVI, en viaje por España, gusta de los tomates. En las ensaladas que toma ya los pide con unas anchoas, en el bar de Tirso de Molina lo saben.
Cuando desayuna, ya tarde, mira fijamente a la caja mágica. Al parecer, va a haber cambios importantes en los programas, nuevos fichajes y llegarán las titulares, que también estaban en la playa; como cualquier persona relevante en la nación. Excepto el tal Bárcenas, que aloja en su residencia de verano Soto del Real. Debe ser amante de la caza. 
El Duque ha aprendido a leer los teletextos para tratar de entender mejor a los doctos comentaristas.
De pronto descubre que la pantalla está teñida de rojo. Se echa la mano a su espada, pero la ha dejado en la fonda por recomendación de su escudero. Es un rojo fuerte, como una niebla de sangre. Puede ser la batalla más grande que han presenciado los siglos. Más incluso que aquella gloriosa contra el fiero turco en Lepanto que su Excelencia se perdió por estar en otras afrendas a su rey; pero que Don Juan de Austria, Andrea Doria y muchos de sus capitanes, le narraron en fuegos de campamento, allá en Flandes.
Esto parece mucho peor. Oye al locutor que participan nacionalidades muy extrañas para el Duque y otras que suenan a países muy lejanos, de esos que mencionaba el señor Colón. El asombro le embarga, cuando ve mujeres en el fragor de la pelea. Como sabiamente le señala su escudero Jean Reno, son hembras no cabe duda
-Señor, fijesé en las domingas al aire.
El Duque asiente. Reconoce que sus compatriotas del siglo XXI tiene cierta obsesión por las mamas y ellas por mostrarlas. La atracción masculina le parece racional y sana. Bellos son algunos.
De pronto constata que no hay armas, que no es un combate, que no es sangre. Detecta la inequívoca evidencia de tomates volando y espachurrados en las caras, cuerpos, pechos, articulaciones de los participantes, que se bañan en un mar rojo intenso. El teletexto anuncia que se paga por asistir. Buñol es un reclamo turístico a nivel mundial, vienen ciudadanos de todo el planeta. De esa Tierra que en efecto es redonda, porque el Duque ha visto un mapa y ha acertado a ver un oceáno llamado Pacífico enorme y unas tierras increibles en el territorio descubierto por el navegante misterioso. Europa, la vieja y civilizada, es pequeñita.
En otro programa se habla de ese señor llamado Bárcenas, de otro llamado Obama y de Siria. Lo más preocupante es que hay algo llamado ONU, que no sirve para nada, pero es la clave en lo de Siria. ¡Qué lío !
Nuestro Duque de Alba, el tercero, decide colgar la espada y hacerse tertuliano.






 pero ahora  ha visto lo de Buñol y está encantado

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