Casi siempre vuelvo a Don Miguel de Unamuno, como en mi juventud, perdido y en busca de una linterna, en medio de la oscuridad.
Debía ser un tipo que para muchos resultaba pesado, incómodo; este viejo profesor llamaba a las cosas, los hechos, comportamientos, a las ideas por su nombre y correctamente, lo cual nunca gusta. Su conocimientos de la etimología de las palabras, lenguas clásica y otros idiomas le concedía cierta superioridad y se expresaba con propiedad. Para mi que sólo le respetaban los honestos de corazón.
En las zozobras de la época acudieron a él varias veces para que abandonase su confortable cátedra de Salamanca.
Es impactante, profundo e impresionante cuando en 1906 bajo la iniciativa de Azorín se desplaza a la capital, para disertar en el teatro de la Zarzuela sobre la "situación política".
Un foro completo, sala abarrotada, saliendo como si de una estrella de rock se tratase; ante todo aquel que era alguien, como Pardo Bazán, Baroja, Galdós, los Machado, Ors, Ruiseñol, Camba, Vives y unos pipiolos como Ortega y Gómez de la Serna.
A pesar de la vigilancia de la censura salió a hombros como si se tratase de las Ventas del Espíritu Santo y su mesaje fue preciso, alto y claro.
¿Dónde está nuestro Unamuno?
No me da pena que no exista; me entristece que seamos mentecatos, mezquinos y ordinarios; que no hablemos con propiedad, que la cultura sea la de los tertulianos /presentadores de la televisión; que se busque un cambio en la vida política y salten a la cancha, los que saltan, por las razones que saltan.
Es el derecho del pueblo estar indignado pero sin perder la dignidad.
Bueno pasó al artículo que he leído esta mañana del nuevo verano.
Salud a todos.
http://www.elmundo.es/opinion/2015/06/21/5585d0ac22601d58638b4586.html
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