Me cuesta aceptar que la vida concede las mismas oportunidades a todos. No es justa, hay demasiadas desigualdades.
Me rebelo, cuando conozco a alguien, adolescente, que veo tiene posibilidades, inquietudes y dudo que vaya a tener las oportunidades que se merece, sólo por la forma de ser y plantearse las cosas.
Reflexiono y me doy cuenta que exagero y me equivoco. Me estoy atribuyendo un poder que no tengo.
¿ Quién soy yo para saber lo que esa joven alma necesita?
Todos nos hemos preguntado alguna vez qué haríamos si volviésemos a nacer, a vivir.
También ¿ Qué haríamos si naciésemos en otro país, otra cultura?
Complicado es divagar sobre otra época, porque todas tienen sus ventajas y algunas muchas desventajas. Las ideas que tenemos proceden más bien de las imágenes de películas, decorados sin olor ni sabor.
Si lo juzgas desde un punto de vista material, dinero, vida asegurada, ¿ qué ocurre con un niño que nace en lo más profundo de Sudán o cualquier nación africana donde sobre vivir es ya un triunfo?
Bienestar, justicia social, seguridad, comodidades, tratamientos médicos, salud, acceso a buena educación, protección a los menores, a la mujer, todos los logros que ustedes quieran de la civilización occidental, errores y defectos que subsanar incluidos, son preferibles. Y sin embargo se producen milagros.
Te topas con gente natural, sin complejos, que se merece lo que pueda conseguir que tiene pinta de ser a base de trabajo y con alegría.
Hay esperanza de un mundo mejor.
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