"Coma aquí o ambos moriremos de hambre", firmado el dueño del restaurante, hombre de bien. Este anuncio a la puerta de un local, en medio de la coyuntura de comer fuera o dentro, es todo un derroche de sentido común. Mientras ojeaba esta frase en un diario digital me paseaba por La Caleta, el barrio de La VIña, Puntuales, el Cádiz de principios del XIX, Galdós y su Trafalgar. Me preguntaba como el talento de don Benito se inspiraba, asesoraba en sus Episodios Nacionales, no lo precisaba en sus novelas de Madrid, sus personajes, pero aquel capitán de navío, retirado, aquel marinero sin brazo, ojo y pata de palo colocada por los ingleses cuando estuvo prisionero, no dejaban de pensar en otra cosa que el combate que se avecinaba porque Churruca, su prestigioso amigo, lo veía inevitable. Por supuesto es novelado, la brillante imaginación de don Benito. También lo es que al final se hicieron a la mar, franceses y españoles, el resultado es conocido, los muertos, las consecuencias.
Después de finiquitar la lectura, pasé a la mesa. Había mucho ruido de coches, llegaban whatsapp de embotellamientos en Madrid, otras ciudades mostraban lo mismo Barcelona, Bilbao, Murcia, Sevilla, más o menos tráfico, siempre con mascarillas. Un poco más tarde el presidente del ejecutivo leía en una aparición en televisión, no contestaba, posteriormente a las preguntas telemáticas, repetía correctamente el nombre del periodista de turno. Todo lo expuesto, no puedo utilizar la palabra analizado sin que se levanten mis antiguos profesores de sus tumbas, sonaba vacío, terriblemente nulo en contenido. La responsabilidad es de un algo llamado técnicos, expertos, todo esta estupendamente diseñado, frases vacías que producen vergüenza ajena. La Abogacía del Estado es la coartada. No se si escribir un episodio del Ministerio del Tiempo, mandaría al funcionario Sánchez a Cádiz, digamos finales de octubre de 1805, nos explicaría las razones, responsabilidades, muertos y competencias de lo acontecido en el Atlántico cerca de aquel cabo que casi nadie conocía. Cómo no había fútbol anunciará el regreso de los Carnavales con burla y mofa concentrada en Nelson, la Royal Navy, George III. No se sabe qué diría el sabio pueblo de Cádiz que no gusta de interferencias.
Hay gente que sirve para lo que sirve.
Después de finiquitar la lectura, pasé a la mesa. Había mucho ruido de coches, llegaban whatsapp de embotellamientos en Madrid, otras ciudades mostraban lo mismo Barcelona, Bilbao, Murcia, Sevilla, más o menos tráfico, siempre con mascarillas. Un poco más tarde el presidente del ejecutivo leía en una aparición en televisión, no contestaba, posteriormente a las preguntas telemáticas, repetía correctamente el nombre del periodista de turno. Todo lo expuesto, no puedo utilizar la palabra analizado sin que se levanten mis antiguos profesores de sus tumbas, sonaba vacío, terriblemente nulo en contenido. La responsabilidad es de un algo llamado técnicos, expertos, todo esta estupendamente diseñado, frases vacías que producen vergüenza ajena. La Abogacía del Estado es la coartada. No se si escribir un episodio del Ministerio del Tiempo, mandaría al funcionario Sánchez a Cádiz, digamos finales de octubre de 1805, nos explicaría las razones, responsabilidades, muertos y competencias de lo acontecido en el Atlántico cerca de aquel cabo que casi nadie conocía. Cómo no había fútbol anunciará el regreso de los Carnavales con burla y mofa concentrada en Nelson, la Royal Navy, George III. No se sabe qué diría el sabio pueblo de Cádiz que no gusta de interferencias.
Hay gente que sirve para lo que sirve.
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