Hoy he conocido a alguien que daba el callo por otros menos favorecidos, llevaba una mascarilla verde con la bandera de España, me ha parecido un buen tipo, desconozco su profesión, su rostro, conozco su voz, su cabello. El caso es que sin vernos la cara le he preguntado por la mascarilla. Me ha respondido algo así como que es partidario de un partido que las lleva, cauteloso. No hacía falta ser un liince. Le he preguntado por VOX.
-SI, eso es- fué la respuesta.
Hablamos un rato breve de cosas de todos los días, nos esfumamos.
Mientras en la comisión de reconstrucción, presidía el sr López. A su lado el vice que ahora está ofendido, rencoroso, aguantando, a la espera de mejor ocasión (menos mal que es una mujer con acento pampero, no un desgraciado de esos que sólo saben portarse mal con las mujeres, que los hay). El caso es que trás la mascarilla de alguien que vota a VOX, oliéndome sus razones, sin conocerlas, he visto a un relevante miembro de ese partido, al cual el vice le repite su apellido compuesto para mofarse sin cometer insulto, abandonar la reunión de reconstrucción, sesión matutina, porque acusan a ese partido de gustar dar un golpe de estado, pero no atreverse, sólo gustar como un sádico en el ascensor. ¿Qué es verdad, qué es pantomima, qué llamar la atención, ofender o contentar a los partidarios o confundir?
Parece un lenguaje, escena, de Torrente II, en Marbella, cuando se apuesta hasta el pin del Atleti, el croupier le avisa de los millones (de pesetas) sobre la mesa.
-Claro, no hay cojones- dice JL Galliardo.
En España, en una oficina del congreso de diputados, alguien habla de otro, u otros, que les gustaría dar un golpe de estado ¿para qué? Al final el vice le ha indicado
-Cierre la puerta al salir.
Dicen que el sr López ha intentado poner orden por la tarde.
Dicen que el sr López ha intentado poner orden por la tarde.
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