Confinar o no confinar, sale un hombre joven con una calavera en la mano, pensativo, ensimismado con su cosas, hay unos molinos de viento al fondo, un queso manchego, una caña de las de antes que ahora son cortos ¿es esa la cuestión Sr. Sánchez? No esa no es la cuestión, sólo una posibilidad que se convierte en la solución menos deseable cuando se corre peligro de saturación; los dos grandes riesgos que corren los políticos que ostentan el poder (también la responsabilidad) son el precio económico a pagar y el precio político, que les impida continuar en el sillón por más tiempo. Como diría WSC, cuando le habían largado a la dolce vita después de sangre, sudor y lágrimas, "nunca en la historia del género humano español tantos pudieron confiar tan poco en unos cuantos", lo dijo pintando en la Costa Azul, con un coñac en una mano y una paleta en la otra. Realmente eso de la confianza es un factor porque ¿en quién se puede confiar? Los españoles, que vamos de listillos, verlas venir, resulta que, al menos políticamente, nos la han metido, meten doblada más a menudo de lo previsible. ¿Será que nos importa un comino?, pero entonces ¿qué nos importa? Quizá somos como esas concursantes de miss mundo o universo que siempre respondían que lo más importante era la paz en el mundo, cuando los ideólogos de la URSS se descojonaban de risa con su vodka, nunca acabada la marca en off, y su matroska de carne y hueso (no apto para #Metoo).
lunes, 7 de septiembre de 2020
Caviar para todos.
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