sábado, 5 de septiembre de 2020

Las Tiesas de Santa María en medio de la piel de toro.

Algún hombre sabio ha relacionado a España, con el toro. No hablo del vecino de Galapagar, chalets con el chorrito que diría don Pepe Isbert; no me preocupan las casas ajenas de la sierra de Madrid, que me gusta mucho como paraje sin mencionar el tema urbanístico, me preocupa más donde van a vivir los Victorinos en Cáceres, las Tiesas de Santa María, que no se nos acaben. Según cuentas sus dueños  como en un poema en prosa: "En esta explotación pastan todos los machos de la ganadería, excepto los reproductores. En el momento del destete se trasladan en camión desde Monteviejo y permanecen en este hábitat hasta que son embarcados con destino a las distintas plazas de España y Francia. Los más privilegiados, los que son aprobados en el tentadero para sementales, son trasladados de nuevo a la explotación donde nacieron, a Monteviejo. Hasta el año 1.999 todos estos traslados se realizaban a caballo. Las reses atravesaban por su pie los campos extremeños, siguiendo el paso de sus madres en duras jornadas entre encinares y monte bajo, teniendo que cruzar a nado la cuenca del Arrago y sobre todo la del Alagón, muchísimo más caudaloso. Lo más temible para los jinetes, más que el calor y en ocasiones la lluvia o el frío. eran los espesos jarales en los que raro era el año que no extraviábamos un animal. Otra dificultad añadida ha sido la supresión paulatina de cañadas, caminos y veredas, invadidos por la civilización con cercas, carreteras y viviendas".  Un hermosa historia, sin embargo tampoco voy de toros bravos, de los cuales nadie se preocupa excepto la gran aireada preocupación que no mueran en la lidia. Recurro a una frase leída: " El edificio que la desgracia ha destruido, la Providencia puede volver a reconstruir". No deja de ser una idea con detalle importante en la letra mayúscula, un pensamiento de un libro famoso, francés para más señas, siglo XIX, de un personaje, católico, creyente sincero, honrado, de muy honesto proceder, muy bien apreciado por sus subordinados ( ahí donde se ve la verdadera cuña) que se lo dice a su hijo, heredero, cuando vienen mal dadas. Imaginemos que el edificio es el mundo de los toros o España, esa España vilipendiada por unos y otros (incluyo el femenino) sin ningún aprecio por su Historia, logros, fracasos, desgracias o golpes de fortuna, sin aprecio por los sacrificios de muchos, las gestas de unos cuantos, el día a día de los desconocidos. Esa España a la cual la desgracia la va destruyendo como en otros momentos nuestros, esa desgracia no viene sola, está  alimentada por humanos, propios españoles, que en el mejor de los casos no saben lo que hacen.

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