" El bueno, el feo y el malo", título atractivo, peliculero, lo mismo en inglés que en castellano, de esos que sirven para cualquier idioma, la consagración internacional de Leone, la música de Morricone, las zonas desérticas de Almeria en sustitución del Far West, más dinero para el proyecto que se complica respecto a los anteriores, España también sacaba algo del rodaje. A mi me gustó, como las otras dos de la trilogía, a los críticos no mucho, no se lo que opinaba John Ford, el maestro. Todo giraba alrededor de un nombre, un nombre en una tumba. Mi personaje favorito era el feo, Eli Wallace, un prolífico actor de larguísima carrera, judío-polaco, que como el Tuco en la película blasfemaba en castizo cual sucio delincuente malvado mexicano. Aquí , en la piel de toro, gozamos de otras historietas, con gran carga política en busca de un bueno, un feo y un malo. La trama local, que no se bien a donde llegará, la debe cortar en seco el actual líder del PP si no desea que su vida sea corta y Almeida le sustituya antes de tiempo o Feijó, el gallego, que apunta y no dispara, Casado, Almeida y Feijó, los tres sin película, no son los de la trama, en la trama es casi seguro que había una mujer, por lo menos, es decir que el trío presidente, ministro, número 2, pudiese hacer agua por uno o dos de los agujeros superiores, entonces sale a la palestra la vice (ya se sabe que los vices no tienen buena fama últimamente). Alguien tiene que aclarar la trama porque el Tuco, el feo en la película de Leone, elige su pistola con mimo, un cuidado reverencial al ruido del tambor, un profesional, es además malo, se ríe del bueno. El malo del título es un tipo duro que sólo quiere la pasta, como los tres. Es ficción, sueños de escritores para que disfrutemos. Lo de aquí, sin Almería, es como una pesadilla de decerebrados.
lunes, 14 de septiembre de 2020
Un nombre en una tumba.
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