Cualquier asunto que se trate, ya sea el comportamiento de alguien de sangre real, las decisiones de jueces o fiscales,las medidas económicas, una huelga, la forma de utilizar los ingresos del estado, las intenciones independentistas o el cine, sin ir más lejos, lo que gusten, se ve manchado por un tinte político.
Parece como si fuésemos incapaces de opinar sin pensar en la repercusión de la crítica, si favorece o perjudica a unos u a otros. Además, todo tiene unos antecedentes, y entonces como defensa del argumento se recurre a acciones o decisiones de un pasado más o menos reciente. Es patético y poco constructivo.
Esto probablemente es muy humano, a lo mejor hasta es muy hispano, pero resulta muy complicado poner las cosas en su sitio, razonar y entender.
Al final, en medio de este carajal de ataques y contraataques, todo queda pendiente de la postura en unas elecciones, ya que es el momento donde se puede tomar una decisión que no quede en la anécdota de una tertulia o las líneas de un artículo.
Y siempre llegan las elecciones porque vivimos en un sistema democrático, y estas elecciones pueden ser incluso europeas, o sea para el Parlamento Europeo, que permiten gozar de un retiro dorado o situación privilegiada a muchos que no les quieren en su país, que ni hablan idiomas, que se encuentran cómodos en el bla-bla -bla europeo, que son incómodos o que hay que pagarles no sé que servicio.
Y lo curioso es que los que pretenden ganar dicen que los que pretenden no perder, no tienen programa y los posibles ganadores dicen que su programa es solucionar los problemas sin aportar soluciones.
Y claro el votante que no entiende nada hace lo que puede y vota o no vota.
Un sistema democrático no es eso, ni lo son sus representantes. Es fundamentalmente un servicio público, es decir debe servir para sus ciudadanos.
En la magnifica House of Cards, los intereses del ciudadano anonimo son representados por Frank Underwood, friend or fiend?
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