Para García Márquez la vida se componía fundamentalmente de como recordábamos nuestros recuerdos y en su caso como los plasmaba con su arte y forma de escribir, mezclados con su imaginación.
No hablaba de sueños en el sentido de esas maquinaciones nocturnas que vagan por nuestra mente cuando supuestamente descansamos. Esos sueños, a veces, son recurrentes y hay contadores de sueños, incluso los hay que descifran o explican lo que se sueña. A veces son pesadillas.
Supongo que si le cuento mi sueño a alguien me dirá que estoy perdido, sin rumbo de un lado para otro.
Tengo un sueño que se repite. Puedo estar en un hotel, un edificio grande que conozca, una instalación compleja que haya ya visitado. Y empiezo a dar vueltas, intento encontrar mi habitación, un determinado despacho, una oficina o simplemente una salida. Me equivoco de ascensor, no bajo o subo a la planta adecuada, me meto en habitaciones o salones privados, me cruzo con la misma gente una y otra vez, me desespero, me oculto y me despierto, para volver a perderme otra vez.
No se porqué tengo este sueño, desconozco si le sucede a otras personas. No es un sueño tranquilo, tampoco se si mi cuerpo y mente descansan debidamente. Los sueños, como los fantasmas, hay que aprender a vivir con ellos, sin miedo, nunca tener miedo de nada. Quizás haya espíritus burlones y divertidos que te hagan reír a mandíbula batiente, es mejor hacerse amigo de ellos y que te guíen a salir del laberinto.
Precioso.
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