sábado, 10 de mayo de 2014

Festival de Eurovisión y Le Pen.

Como ocurre en muchas ocasiones la realidad va por un lado y el politiqueo por otro. 
El himno de Eurovision sigue siendo bonito, me recuerda a las conexiones futboleras de antaño, lo del Festival nunca lo he visto aunque ganaron una vez aquellos suecos tan prolíficos, luego algo debe tener.
Desde fuera, y no siendo ni espectador, intuyo que el Festival se parece un poco al desconcierto que es la Unión Europea, nadie la maneja y sólo su inmensa burocracia, pagada a golpe de talonario, permite que el barco siga navegando ¿Cual es el rumbo? ¿Cual el puerto de destino? ¿Alguien tiene la carta de la zona?¿ Quo vadis Europa?
Bueno, a lo mejor el Festival genera ingresos.
La Unión es como un inmenso ocean liner, que dicen los ingleses, que navega, lleva mucha gente a bordo, existen distintos tipos de billetes y clases, pero su estructura no es tan sólida como parece. En el salón de Gran Clase siguen con sus bailes y banquetes, la orquesta toca dirigida por Bartolo y no tenemos un Otis B. Driftwood que nos haga reír y luego se vaya con sus hermanos a la escena del camarote.
Mientras cantan en Eurovision y bailan en el Gran Salón, en un pequeño, insignificante, pueblo de Francia se pronuncian por la candidata Le Pen, que tampoco va a solucionar los problemas, pero que cada vez acapara más votos y en estas elecciones europeas lo demostrará.
No van a servir de nada en Europa, son elecciones nacionales anticipadas, como una prueba en cada uno de los países para que los políticos reaccionen en lo que les queda de legislatura nacional, si es que son capaces de reaccionar y tomen medidas.
De sus medidas cada vez se fían menos los votantes y aparece Le Pen en escena.

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