Siempre me gustó el desierto, lo encuentro fascinante en su belleza, en su silencio y en sus peligros.
Al ingles Lawrence también le gustaba y supo adaptarse y servir a los intereses de su majestad. Arabia Saudita es un desierto, un gran desierto, fascinante, que guarda una inmensa bolsa de petróleo y esto es el siglo XXI, donde más que nunca el dinero es lo que importa, desgraciadamente.
Ha muerto el rey Abdalá, cosa normal a los 91 años, aunque tengas tanto oro negro; en España no es tanta noticia porque Barcenas ha salido de la cárcel y la Pantoja, Ortega y otros continúan, a cada cual lo suyo. Aunque amigo de España y casa en Marbella, este rey Addalá era un hombre del desierto, un hombre de tribu, un saudí en busca de sus orígenes.
Hermano y hermanastro de reyes, las revistas de la prensa rosa no darían a basto con tanta familia real; Ana Rosa contrataría gente para el seguimiento y ella se confundiría más, con 42 hermanos y todo lo que esto significa. Es difícil de imaginar su vida, si lo pensamos desde nuestra perspectiva; hay que ponerse en su lugar, en sus creencias y ver cuales son las prioridades.Intentó vivir con su religiosidad, educado en la tradición sunnita y rodeado por los terroristas y todos los conflictos; desde Oriente Medio ha "intentado" que sus súbditos progresen.
Ser chiita en Arabia es un mal asunto, son considerados herejes y no tienen una vida fácil; es un país donde los derechos humanos no alcanzan los estándares requeridos y donde ser mujer te remonta a otros tiempos.
El nuevo rey, Salman, tiene 81 años, el príncipe de Gales es un chaval a su lado, no tienen que preocuparse los británicos, al fin y al cabo ellos organizaron el mundo en Oriente, ellos intervinieron creando países y poniendo reyes, haciendo y deshaciendo, siempre velando por los intereses de su graciosa majestad y los negocios de la City. Lo malo es que en los Windsor no hay tantos hermanos en el banquillo, ni tanto petróleo.
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