Hay días en el año raros, este sábado es uno de ellos.
Más raro debió de ser para algunos, otro sábado, alrededor del 783 de la fundación de Roma, con Tiberio en la capital del Imperio y Pilatos en Jerusalén. Precisamente en el entorno de Jerusalén, en la colina del Gólgota, habían crucificado a uno llamado Jesús, natural de Nazareth, hijo de María y José, y acusado de proclamarse rey de los judíos. Ya le habían enterrado antes de que comenzase el Sabbat.
La gente comentaba en voz baja, unos a favor y otros en contra, algunos ni comentaban, cada uno expresaba lo que sentía y había miedo y dudas. El Sabbat no fue una jornada de reflexión, pero los que le seguían, sobre todo sus discípulos, se sentían vacíos, huérfanos; se les había marchado su guía. Además el comportamiento personal no había sido heroico; nadie había dado la cara por Él; le habían entregado, negado y dejado completamente sólo en la cruz, con la boca cerrada ante los soldados, le habían oído decir cosas antes de morir, que unos entendían y otros confundían, porque los moribundos dicen cosas raras.
Seguramente hubo curiosos que se acercaron a ver la ejecución, que eran públicas por diversos motivos, entre la curiosidad, el masoquismo y el deseo de ejemplarizar de las autoridades. Su Madre lo vivió de cerca y sufriría sin entender como podían hacerle eso a su hijo a ese Hijo.
Aquel sábado duró como todos pero se hizo muy largo para algunos. Otros siguieron su vida normal, con mejor o peor sabor de boca o ignorantes de lo ocurrido.
Normalmente este sería el fin de la historia, llega la muerte y todo pasa a segundo plano. Guardarían distintas opiniones y recuerdos del difunto, para unos un delincuente, un peligro político, un enemigo; un buen hombre que nada había hecho, pero había que contentar a esos dirigente hebreos.
Para otros un tipo magnífico, excepcional, bueno, único, un gran rabino, un gran profeta, una lástima su muerte.
¿Cuántos creían lo que les había repetido tantas veces? ¿Cuántos pensaban que era Hijo de Dios?
Esos, los que creían en Él, esperaban su resurrección, la que lo cambia todo.
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