Apareció la lluvia, en el último día, cuando queda entre otras cosas la visita al Cenáculo, lugar fundamental. Antes he visitado el Muro de las Lamentaciones otra vez y lo he lamentado. El cielo se ha abierto y ha llovido con mucha fuerza. Pocos judíos apoyados orando, te hacen fotos y pierdes el sentido de estar en un lugar sagrado, de culto, eso sucede a menudo en Jerusalem. Los ortodoxos consultan su Ley y ven a los gentiles entre ellos, perdidos entre la ignorancia y la curiosidad.
El Monte de Sión es muchas cosas a la vez, allí tuvo lugar la última cena, la despedida; el lavado de los pies, Pentecostés, allí vivió María hasta su tránsito con su Hijo, allí el Rey David fue enterrado. Todo en esa zona de muchos templos que siguen la misma pauta de silencio, adaptación, construcción, destrucción y volver a edificar. Encontré la paz conmigo mismo sin saber porque.
Después del ágape, viaje largo, pesado a Jordania. Atravesamos desde Israel por el puente King Hussein que nos es una frontera internacional al uso, sino una frontera humanitaria que Israel, siempre velándola, no reconoce. Es adecuada para los palestinos y un mal menor para los judíos.
En Jordania ponderan y alaban a su rey y al padre de su rey, pero debe ser un pueblo muy acostumbrado a tener muy poco. Pésima carretera de la tierra árida hacia el sur, que no llega a desierto. Frío invernal, tráfico pesado de mercancías que destrozan más el asfalto. Ponderan la seguridad de este país, inventado para ser colchón con Siria, Irak y Arabia Saudita, que buscarían comerse a Israel. No se sí la inteligencia US esta satisfecha, pero es otro mal menor, en un mundo imperfecto e injusto y una zona terriblemente inestable. Noche profunda, baja temperatura y silencio, cuando llegas a Petra. Veremos sí valió la pena.
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