Curiosas las sensaciones que da echar un vistazo a los medios de comunicación, un día cualquiera, en el mundo llamado occidental.
En las Españas el asunto de la pretendida independencia de Cataluña está lejos de solucionarse y como sólo se oyen sandeces se sustituye por las quejas de los jubilados y sus pensiones. Quizá es un tema absurdo que nunca debió plantearse en los términos que todos niegan ante los tribunales, ya que era simplemente una boutade, que dicen los franceses. Todos tienen razón. Quizá la zozobra viene de percibir que el meollo del asunto nunca se toca. Al final del día, ese mismo mundo llamado occidental vive confortablemente, unos más que otros.
Leí, en algún lugar, que los que ya no trabajan, los jubilados, pierden muchos las ilusiones, los sueños y se dedican a quejarse egoístamente, los que llegan a fin de mes con la pensión. Quizá nunca tuvieron sueños o ilusiones, aunque tuviesen trabajo; quizá se limitaron a vivir, quemar el tiempo, en la etapa en que las fuerzas y la salud acompañaban
Muere un policía autónomo- quizá de un infarto- ante unos tarados aficionados rusos en un pretendido partido de fútbol, pero el partido se juega, el resultado clasifica y a esperar que en el sorteo no toque otro equipo de gente violenta, que en lugar de hacer turismo e ir a bien a comer a Bilbao se dedican a romper propiedades o cabezas.
En la Casa Blanca se rueda una escena esperpéntica, gente con gran dolor por la pérdida de seres queridos y el presidente de todos los americanos sugiere que la solución a esos perturbados que se dedican a practicar el tiro asesino con sus semejantes es armar a los profesores, eso si se les pagará un plus. Quizá sufrimos de una ofuscación momentánea que se complica en las más altas esferas de decisión. Quizá estamos más perdidos que un pulpo en un garaje.
Se nos va Forges y quizá nos deja más huérfanos de nosotros mismos.
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