Amanece pronto en Tierra Santa, la ciudad de Nazareth no es más hermosa de día.
Cuesta imaginarse una aldea de doscientos habitantes, sin trabajo y con un pozo para sacar agua. Lo que queda de ese 748 de la fundación de Roma es muy poco. En esa época se resumía a una pequeña superficie, donde las casas eran casi grutas y se aprovechaba la roca. Poco había que hacer. De aquellos tiempos hay un espacio donde el ángel Gabriel se apareció a la joven María. Algo tiene esa cavidad en los bajos de la basílica. La zona de la casa de José el carpintero quedaba muy cerca y El Niño debía de hacer sus travesuras en pocos metros. Cercana también está la antigua sinagoga donde su padre le llevaba, ya que era quien le enseñaba. Todo era pequeño y sencillo.
Los primeros cristianos convivieron con los judíos, luego bizantinos, la llegada de los persas, las Cruzadas, los franciscanos y nos plantamos en el siglo XX. Hay muchas capas de restos arqueológicos, hasta llegar a la original que despierta nuestra curiosidad.
En Cana de Galilea, hay una tinaja de la época de las bodas y son de piedra, porque eran para el agua de las abluciones, los ricos las tenían de ese tamaño, moverlas un número.
Si se pudiesen eliminar casi todas las construcciones, y el tráfico de coches/ buses, el paisaje al monte sagrado sería precioso. Aún así el monte, su vista, es espléndida. Así es como le llamaban y todos sabían su nombre. Le conocemos como Tabor y lo que allí ocurrió sólo tuvo tres testigos. El monte siempre fue santo para cualquier religión y continúa .
Buscas restos de un tiempo que no preocupa ni a judíos ni musulmanes, los que ahora son mayoría.
Nadie es profeta en su tierra.
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