Recuerdo muchas conversaciones oídas de niño y de mayor también, de cada vez más veterano en esto de cometer errores, de vivir, que giran alrededor de un ¿qué es la vida?. Y los versos de Calderón de la Barca sólo sirven a medias como respuesta. He ido conociendo otras versiones de la Historia y aprendí que hay muchos matices, ángulos de las cosas y factores que rara vez simplifican los problemas.
Ayer en medio de la lluvia torrencial, de avisos de posibles inundaciones en Manhattan, mientras El Juli hacia una de esas faenas que dicen históricas en Sevilla, un español me refería que en esos Estados Unidos donde ha vivido hay mucho "paripé", es decir mucha hipocresía.
Su vida es placentera, económicamente estable y emocionalmente variable, prefiere Extremadura- por decir un sitio-, un paraje de carretera secundaria en Castilla o cualquier lugar de Lugo. Conoce mucho mundo y afirma que como España nada. Ha descubierto Girona, puede dejar su Mazda de motor rotativo, dos asientos, descapotable rojo, en la calle. Alaba la comida de los vascos, de Asturias, los pueblos de Navarra o la belleza dura de Teruel. No frecuenta los entornos llenos de turistas que tantas divisas aportan. Goza con lo secundario.
Pensaba en mi padre que gustaba mucho de Italia y los trasatlánticos, que nunca alababa lo bien que se vivía en las Españas, porque lo demostraba con sus actos y era obvio. La charla, la sobremesa, las cenas, todo alrededor de una charleta, mejor junto al mar, mejor al atardecer del Mediterráneo. Supongo que no se puede tener todo.
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