¿El fin justifica los medios? Es una pregunta interesante. Encierra muchos matices porque normalmente nos imaginamos a un político que sólo tiene un objetivo, un fin, como alcanzar el poder y hace lo que sea. Puede ser, Maquiavelo, probablemente, recurrió a este viejo proverbio para hablar del gobernante. Un gobernante, un político, sólo debe tener un interés, un objetivo principal, que es servir al ciudadano y entonces si le sirve bien puede hacer lo que sea en este servicio. Respuesta :no.
El límite es la ley y si la ley está mal o es susceptible de mejorar se cambia.
Eso sin contar el valor de la imagen en una sociedad hedonista, globalizada, frívola y de cultura poco consolidada, artificial.
La sentencia del llamado caso de la Manada, que muestra en los medios a mucha gente indignada chirría porque las sensaciones son otras y se mezcla todo. Si hay que castigar a los culpables hay que hacerlo dentro de la ley, no de lo que digan los "neutrales' indignados. La ley es el menos malo de los procedimientos entre humanos para regular nuestras relaciones, como la democracia para intentar hacer política.
Sin embargo la vida normal no es tan blanco o negro, guarda muchos matices. No podemos convertir la convivencia en un partido de fútbol, donde hay algo que priva y es el resultado, aunque haya filósofos de este deporte, normalmente importados de Argentina, comentaristas ingleses, y alguno de Santpedor ya que en todos los sitios cuecen habas. Bueno llega un tipo en el The New York Times (prestigio periodístico acreditado) y se pregunta si el entrenador del Real Madrid tendrá algún valor. No se lo que sabe de fútbol este periodista. Lo bueno es que nuestro entrenador es un hombre simple, no es filósofo, jugaba bien al fútbol y trata de aplicar lo que ve con sentido común y considerando el máximo de variables, luego sabe que al final la pelotita es caprichosa, que hay leyes antiguas no escritas, y reglamentos, que hay que optimizar al jugador durante el máximo tiempo posible. Si te equivocas hay que ser honesto, reconocerlo, y sonreír ante las inteligentes preguntas y los comentarios más afortunados.
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