El Arte cuesta, no sólo dinero, penurias o bohemia o sufrimientos. Me ha costado ver la exposición de Isabel Quintanilla, no económicamente, en el Thyssen de Madrid, a la tercera fué la vencida. No sé las razones para que tanta gente quiera reunirse en unas salas, repletas, sin perspectiva, para contemplar unos cuadros, hacer fotos permitidas, ver una película sobre la autora y su obra, distraerse si. O hay mucha cultura o jubilados o colegios disponibles o días libres o gente pa todo como decía don Rafael. Desde luego es una gran artista rodeada por familia y amigos también artistas varios. No voy a descubrir a esta señora, si que me ha hecho reflexionar al oírla más que al ver sus trazos explicar sentir su obra entre cigarrillo y cigarrillo. He tenido envidia de esas personas que tienen el don de pintar con exquisitez, no exenta de esfuerzo y trabajo, dedicación y sudores, o cantar o esculpir o dirigir una orquesta sinfónica. Quizá esos dotados dejen algo que queda, el humano puro y duro, como el menda, no deja nada. Curioso que Quintanilla, Maribel para los amigos, dijese que le gustaba pintar objetos inanimados de la realidad diaria, cotidiana, sin personas, para que los objetos hablasen. Nada de estrellas que todo lo acaparan.
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