Si es verdad que el señor Tito Vilanova deja de entrenar al FC Barcelona me duele, lo siento de verdad. Y lo lamento profundamente porque puede ser debido a una cuestión física, a los resultados de unos análisis o cualquier otra noticia relacionada con una enfermedad, que necesita cuidados y atención.
Esa es la urgencia.
Me cae muy bien. Me parece un hombre honesto, tranquilo que probablemente sabe mucho de eso que se llama entrenar.
Cuando le atacó el Sr. Mourinho de esa forma tan inusual, incompleta, infantil ridicula y televisada (no creo que se haya arrepentido de ninguno de sus actos, como de ese) o cuando preguntó quién era Pito Vilanova. Sabía quién era Francesc Vilanova y se equivocó de objetivo.
El entonces segundo entrenador reaccionó de una manera brillante, inteligente, magnífica.
Luego tuvo que hacerse cargo de un equipo, al que, en medio de sus ausencias, mentalizó que había que aprovechar la pájara del rival y ganar la Liga brillantemente. El equipo no estaba para más. Y me alegro, por una vez (esta sola ocasión), de que los jugadores del Madrid no cumpliesen con sus obligaciones; cometiesen el error de creerse muy buenos, de no luchar; de no ser nobles y bélicos desde el principio de la temporada pasada y que Tito Vilanova ganase su campeonato. El fútbol hubiese sido injusto.
Y todo esto lo digo porque lo siento y me parece la verdad. Lo que lamento es la enfermedad.
Y todo esto lo digo porque lo siento y me parece la verdad. Lo que lamento es la enfermedad.
Porque no le han tratado con el respeto y categoría demostrada. No hay nada de justicia en esto del fútbol y tampoco los resultados parecen suficientes, porque hay mucho parásito-inculto-ignorante-vividor detrás.
Todo lo demás, o casi todo, lo que rodea a los del nordeste, catalinos- unidos-sin crítica, no me gusta mucho.
Suerte, toda la suerte del mundo, en la recuperación.
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