Lo importante es participar, competir; pero cuando pierdes se te queda un careto de haba. Como en "El Jovencito Frankenstein", cuando el loco doctor no consigue reanimar al monstruo a la primera. En esa genial peli, en escena posterior, Mel Brooks hace un primer plano del monstruo encadenado y el doctor le habla de que enarbola el espíritu olímpico. El monstruo pone cara y sonrisa de capullo. Claro que es humor judio.
En Buenos Aires se ha perdido ¡Qué nunca se pierda el humor!
No me gusta ni el compadreo ni el politiqueo, ni el lobby. Creo que los juegos eran buenos para Madrid y España, que los apoyaba una gran mayoría con ilusión. Ignoro si nos los merecíamos, no sé valorarlo, no entiendo como se mide. Comprendo que se haya trabajado mucho, que sea decepcionante. A mí me da pena por la gente que lo esperaba ilusionada.
Tampoco puedo opinar sobre Tokio o Estambul (conozco ambas ciudades), quizás eran mejores candidatas. Sin embargo, me temo que hay dos razones fundamentales, diferentes y decisivas para perder.
Una, la imagen que damos; la otra, el lobby. En ambas hemos salido derrotados. En la época del Sr. Samaranch (q.e.p.d.), personaje oscuro donde los haya, que sabía moverse como pez en el agua en ambos campos, estas cosas se preparaban.
Hemos hechado la carne en el asador con deportistas y el miembro olímpico de la Casa Real, pero ¿quién prepara los discursos?¿ Es qué no hay ensayos? ¿Cómo puede la alcaldesa comportarse así? ¿Es qué no preparan las preguntas más lógicas? Nuestro mensaje tiene que dirigirse a QUIEN TIENE QUE DIRIGIRSE.
Cualquier asesor de imagen daría instrucciones precisas para ir en otra dirección, con claridad, buscar otras gentes otras formas. Estamos hablando al mundo, no a los españoles en un programa patético de televisión. Tenemos gente que escribe bien, tenemos actores, cineastas, tenemos profesionales, viajados, inteligentes ¿quién asesora? Lo de la alcaldesa, máxima autoridad política de la candidata ciudad olímpica es patético.
La segunda razón es el lobby, compadreo, politiqueo, chanchullo a nivel internacional y olímpico. Me temo que no sabemos hacerlo. El comité olímpico, como tantas organizaciones internacionales, es un lugar corrupto moralmente, que coquetea con la necesidad de ser imprescindibles, que presume de mal menor. En Sodoma y Gomorra no se salvaba nadie, en el Comité se salvan muy pocos. Se colocan hijos, parientes, príncipes y luego opinan y votan. Contra esos hay que luchar, ser necesario.
No se depriman, de esto saldrá algo mejor. Hay que aprender.
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