" Acuérdate que eres hombre" le decía el esclavo, que sostenía la corona de laurel, regularmente, al triunfante y glorioso militar de la Roma antigua, que empezando en los campos de Marte iniciase su recorrido de masas por la ciudad eterna.
Vi el partido por la televisión, no soy de ir al Calderón, cuestión de gustos.
El Atlético de Madrid es justo campeón, jugó sus bazas mucho mejor, explotó sus virtudes y los defectos del Madrid y este no supo contrarrestarle, lo intentó pero no pudo; no empieza bien esto, se están formando como equipo y la mayoría no están en forma y fallan demasiado.
Sus jugadores no desbordaron en los metros finales, no crearon oportunidades, ni supieron superar las patadas, anticipación, presión o recursos locales, incluso acabaron con más tarjetas, que es el colmo, dado el comportamiento de unos y otros. Hubo tres cambios Coentrao, James y Varane, el equipo ni mejoró ni empeoró, es un quiero y no puedo, tampoco funcionaron los cambios durante el partido. No tuvo que parar mucho Moyá, buen portero.
Empezó el partido como acabó el de ida con un gol, además de saque del portero, con el Madrid dormido, pasivo y descuidado ante un poderoso y luchador Mandzukic. Lo más simple funcionó. Si les sale todo así su afición será muy feliz, son las situaciones ideales para equipos que juegan así.
Su manera de jugar es legítima, el árbitro debe poner los límites del reglamento, llevar un spray y que un entrenador expulsado no esté donde estaba. Expulsado por lo que hiciese o dijese, pero además se permitió darle unos toques al cuarto árbitro cosa que nunca había visto. Uno de los insignes comentaristas de televisión dijo que "son sus cosas', que lo vive con mucha intensidad y que hay que entenderle, pero claro habría que preguntarse que pasa si lo hace otro. Este señor es todo un impresentable al cual además le bailan su juego. Que lo hagan los que van como forofos al campo se entiende, pero si lo hace la gente neutral lo convierte en comentarios de mal justo. Claro que el señor Simeone no destaca, ni destacó nunca, por su buen gusto.
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