Asistir a discusiones teóricas, mezcla de política y espíritu corporativo, no es necesariamente gratificante. Me suele pasar cuando asisto a un planteamiento que trate de justificar la OTAN, o la NATO como dicen sus fundadores sajones, y su adaptación al mundo post 1989.
Siempre me pareció que esa NATO de antes de la Guerra Fría, o la de ahora, es simplemente una herramienta, cara, burocrática, aumentada, exagerada tal vez, que su mejor credencial es que en realidad nunca ha sido usada; ha evitado otro enfrentamiento de bloques.
Una gran herramienta política, una organización militar-política, se seguridad si quieren, una capacidad de reacción con fuerzas sobre el terreno y el respaldo de los USA.
Ahí está la clave.
El llamado vínculo trasatlántico garantiza la defensa de Europa por parte de los USA. Los peligros que puedan venir de Oriente Medio, del Norte de África y sobre todo de Rusia necesitan una respuesta, que cuesta dinero.
Yo diría más bien una posible respuesta, porque luego hay que ponerse de acuerdo entre los aliados y muchas veces los USA han escogido otras soluciones.
En las discusiones prácticas, ante hechos concretos, intervienen los intereses políticos (la reacción de la población en los diferentes países y el coste) y puede no llegarse a ninguna solución. En las disquisiciones teóricas es interesante cuando aparece el punto de vista del rival, oponente o del viejo enemigo.
Las amenazas asimétricas no expresan opiniones claras, pero Rusia si lo hace. Ya no es la Unión Soviética pero sigue velando por sus intereses, pretensiones, reclamaciones con similar constancia ¿Es realmente una amenaza? ¿La perciben por igual todas las naciones europeas?
En la mayoría de los casos son asuntos dormidos que siempre tuvieron puntos de vista opuestos e internamente conviene reavivar.
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