Me fui al cine.
Entre las penumbras de la fotografía oscura, la buena música, el encuadre y los carteles del cine mudo, oía risas de los espectadores, sonrisas débiles; detectaba la sorpresa ante la manera de contar una historia, que son cuatro en realidad y es la misma.
Da igual que aparezca la lejana Persia, China o Venecia al fondo; lo que cuenta es universal.
En una sala abarrotada de gente, edad media alta, entrada gratuita, se proyectaba una película muda de 1921, que tuvo un título den Alemania, otro en Francia, otro en US, y al final, ahora, en España es llamada "Las 3 luces".
Seguramente en el resto de los países donde se estrenó también fue alternando la traducción en busca del mensaje del autor.
A don Luis (Buñuel) fue la película que le movió a dedicarse al cine, no me extraña. El director-guionista, el hombre del monóculo, se llamaba Fritz Lang.
No voy a contarla, hay que verla.
Me gustaría poder imaginarme la época, aquella de una Europa disfrutando después de la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial.
En Paris se vivía de otra manera y la ciudad iluminaba al mundo; en Alemania trabajaban para pagar el estropicio de 1914-18 y las facturas de Versailles.
Luego se demostraría que no se hizo bien ni la guerra ni la paz y llegaría otra peor, más universal, de la cual todavía vivimos.
Mientras el cine comenzaba a dar sus primeras grandes obras, sin los medios técnicos de ahora. Charlie Chaplin ya ganaba más de un millón de dólares en Hollywood y se creía independiente con United Artists y sus amiguetes Mary and Douglas. En Europa se contaban las historias a nuestro estilo, que es el de cada uno de los muchos países que la componen; sin embargo los grandes cuentan historias universales que todos comprenden, quizás porque los sueños de los humanos son siempre los mismos.
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