A las 1730, Feria de otoño en las Ventas del Espíritu Santo.
El cartel, un mano a mano Urdiales/López Simón con toros del Puerto de San Lorenzo, que hace tiempo que no cuajan en la capital.
Me invita don Mariano y yo muy agradecido acepto. Hay ambiente, buen ambiente.
Las pancartas lógicas en el coso madrileño ,en favor de la fiesta y los toros, aparecen entre los aplausos; hay nuevas normas sobre los picadores para ganar tiempo y que troten con su caballo parapetado y vendado por el callejón en busca del acceso a la arena.
Los toros no cuajan, alguno peligroso, muy peligroso. Los toreros se arriman. El público entregado y generoso con López Simón y Urdiales, el derrotado, a sus 40 añitos comportándose con mucha dignidad.
Hubo una cogida, un toreo cruzando el ruedo para ir a la enfermería; noticias de internet sobre su estado alarmantes; cambio en el orden de la lidia; reaparición de Simón y vuelta a cruzarse el ruedo con el vendaje; un presidente blandito con los pañuelos; escasos detalles de buena lidia, puyazos o banderillas; algo de viento, poco temple, desconcierto en los astados que no se fijaban en lo suyo; el último se partió una pata el solito y hubo que sacrificarlo, antes el matador Simón pidió perdón al público, un acto un tanto absurdo... y al final se abrió la Puerta Grande.
Luego en casa Braulio discutían dos entendidos. Uno ponderaba a SImón como la nueva figura, sin llegar a la altura de Tomás; para el otro, aunque valiente, no le veía mandando, templando, transmitiendo en detalles, gestos, modos taurinos de los que le llenan. Dos opiniones o forma de ver los toros y quizás la vida misma.
Da pena que se pierda el mundo de los toros. Yo estaba rodeado por aficionados entregados, fieles, y algunos conocedores .
¿Qué diría Picasso de todo esto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario