Don Pelayo, aquel rey estudiado en el cole, que paró a los musulmanes simboliza el principio de la Reconquista, una gesta de ocho siglos, el tiempo que convivimos y luchamos en la península, en la larga, dura y rocosa Edad Media, casi entera.
Supongo que fue también la fiereza de sus guerreros y la orografía, porque hasta hoy en día llama la atención.
No me extraña que nadie llegase de los pueblos invasores del Norte de África, otros si llegaron antes y los astures como Don Pelayo eran muy viajados hasta que se establecieron en esa fértil y hermosa tierra.
Montaña y pastos donde crece de todo, desde la palmera y cedro de la casa de un indiano adinerado hasta las suculentas y demás cactus, propias de climas tropicales.
El rape de Ribadesella en "La Parrilla", un San Martín y unas navajas.
Los quesos, con denominaciones de origen (con mucha diferencia) más que nadie en las Españas y calidad a raudales; el Gamoréu (espectacular el del puerto), Pría, Cabrales, Cuevas del mar y muchos otros. La sidra que sienta muy bien, no comi fabes aunque quería. Los chorizos, embutidos, el pescado, el marisco... en fin no me parece raro que un asturiano eche de menos todo eso.
Es complicado de encontrar.
La mar estuvo generosa, sin vientos fuertes, las playas soleadas, las vacas olorosas. El silencio dominaba como en las cuevas de Covadonga.
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