Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro han comenzado.
No llegan en el mejor momento de una nación, alabada siempre por sus recursos y poco ponderada por sus aciertos globales; incluso en sus mundiales de fútbol cayeron de forma estrepitosa en semifinales; recuerdo verlo en un hotel de El Pireo, no me lo creía.
Veremos que estrellas nuevas surgen, quién se consolida, quién fracasa y las sorpresas.
De todo este jolgorio, que no seguiré con atención, estoy un poco escarmentado y decepcionado, siempre por los muchos golfos que se han aprovechado del negocio como los tipos de la FIFA o la UEFA, además en el caso de las Olimpiadas parece que el "negocio" pasa de padres a hijo, como cualquier vulgar corrupción.
Los atletas, los participantes son las únicas y verdaderas estrellas y ganar una medalla sólo se presenta cada cuatros años.
No es lo mismo para un jugador de la NBA, como Durant, muy bueno pero incapaz de lograr un anillo hasta el momento, que esos corredores que se machacan y machacan a diario con el sueño del podium, ellos representan el verdadero espíritu olímpico.
Como en casi todo lo que vemos hacer se ha perdido pateticamente en fundamentos, no se enseña bien, no se piensa demasiado.
Nadie se hace preguntas; los triunfadores son tipos como los miembros del COI, de hoteles de lujo, comidas excesivas y retiros dorados.
Incluso un inútil puede presidir una organización internacional ONU, NATO, Desunión Europea, COI, cualquier país del mundo. En el glorioso Imperio Romano no todos eran Pompeyo, César, Catón, Craso, Mario, Silas, Antonio o Octavio, había mucho inútil que llegaba a Cónsul, Pretor, Censor, Tribuno, amparados en la grandeza de la totalidad.
¿Cómo no nos va a pasar a nosotros?
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