Han pasado dos meses desde la toma de posesion del presidente en la primera democracia del mundo. País enorme, como un continente, muy poderoso, que no ha conocido otra forma de hacer política. Estos sesenta días han pasado en continuos ataques contra el supuesto mandatorio; es raro leer algo favorable. En los nombramientos siempre hay un aspecto sórdido del nominado candidato. Realmente no se como se puede gobernar asi.
Recuerdo cuando Italia era el asombro por el número de cambios de gobierno, unidos a otros acontecimientos serios, no pasaba nada definitivo.
Lo curioso-olvidémonos de las Españas por un momento- es que países como U.K. o Francia viven una situación similar, en cuanto al despiste general. Alemania tiene a la señora Merkel y se agarra. Holanda se convulsiona y no digamos el resto que siempre están a merced por mucho que todos opinen.
Debe ser un signo de algo, el signo de los tiempos.
Me cuesta pensar que los políticos no sirvan ya para nada - aunque hacen copiosos méritos con su ineptitud- porque habría que reemplazar al sistema por otro que funcionase mejor y este no se ha inventado todavía.
Quizas es que en el fondo vivimos complacidos en nuestra propia complacencia e inutilidad para encontrar soluciones. Nos dejamos llevar, continuamos con nuestros fines de semana, puentes, vacaciones, actividades lúdicas y partidillos de fútbol.
Me parece que la palabra decadencia viene a mi mente.
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