miércoles, 14 de agosto de 2019

Cantan los pájaros en California.

Seguramente se puede vivir sin creer en nada, como un excéptico, también se puede vivir lleno de creencias y ritos que producen consuelo cuando el honbre, o la mujer que diríamos en Unidas Podemos para recalcar lo obvio, precisa de ello.
Creer o no creer, lo he pensado muchas veces, esa es la cuestión.
Una mente matemática, lógica, normal diría yo (con el alto riesgo hoy en día de hablar de normalidad) no cree nada más que aquello que puede ver, tocar, oler,  saborear, oír, inspeccionar e intentar comprender. Se cree, entonces, en lo natural, en la naturaleza, no hay nada sobrenatural o tiene una explicación científica o no existe. No existen los milagros. No se puede ir contra las leyes de la Naturaleza. El ser humano, evolución natural, es pura química, un compuesto químico muy complejo. Cuando deja de funcioanr su composión se convierte en cenizas, polvo, y desaparece. No hay nada posterior, llamado alma o de cualquier otra forma. El mundo es lo que vemos y lo que nos queda por ver o averiguar. Así en cualquier parte del mundo, en la España en funciones, el Madrid con la señora Ayuso,  los US de Trump, el UK de Boris, la Grecia de Pericles, la Roma de Julio o Augusto, Los Reyes Católicos, Louis XIV, Napoleón, la reina Victoria o Pepito Pérez campeón de futbolín y billar, todos polvo  ¿o no?

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