Siempre me ha gustado, atraido, encandilado, el desierto, en particular sus noches.
El desierto es no sólo el de Arabia , con Lawrence al frente, lo son también los diferentes desiertos de California, la cantidad de terreno que han ganado a las arenas y el aire acondicionado que hace la existenica, junto al hielo, más llevadera.
A la puesta de sol caen las temperaturas, persiste la sequedad en el ambiente y los cielos son limpios, estrellados, brillantes. Son desiertos de indios, native american perdón, que no se veían, montañas con internet en forma de señales de humo.
Esta ciudad de Los Angeles, que no me encandila ni seduce, goza de unas noches muy bonitas. Puedes subir a las colinas, ir por Mullholand dr, u otra calle, pararte en una cima, ver el downtown, cada vez más florido, lleno de luces y respirar. Si vas en un descapotable puedes mirar hacia arriba. La cantidad de películas aquíi rodadas te familiariza con cualquier rincón, igual pasaría, o parecido si se hubiese utilizado otra ciudad para la meca del séptimo arte o no.
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