Esta canción la compuso Simon, cantaba con Garfunkel hace 50 años, más o menos, que disponía de mejores atributos vocales, menos talento. En esta vida necesitas una tabla de salvación, un amigo o ese puente que te ayude cuando vienen mal dadas. Queda la solución de permanecer en la orilla, no atravesar sobre la corriente, esperar. Lo importante no es lo que te ocurre sino como reaccionas, que decía Serrat, sin demasiada voz, con gran talento como Paul Simon.
Ahora el peligro es el virus número 19, del cual soy ignorante. Me siento como cuando en la televisión encendida por error, omisión o desidia intelectual, aparecen los familiares, amigos, vecinos, de Rocío Jurado o Isabel Pantoja, no se quienes son de qué viven. Nunca he asistido a un concierto de estas artistas, no he adquirido su música, comprado las revistas, no se quién es la más grande o más pequeña. Deben ser necesarias, insustituibles, junto a su santa familia. Los familiares proliferan, naturales o adoptados, viven, en mi ignorancia, como seres vivos. Cuando lo del 19 empezó en Wuhan, China, el partido comunista, escasamente democrático, toma las acciones que consideraron, aislando 60 millones, tan anchos se quedaron. Llegó a Lombardia, Italia, el asunto. Me sorprendió la celeridad de los responsables italianos, a los cuales tendemos a despreciar, como si nuestros políticos nos hubiesen demostrado a menudo sus valores inigualables. Tomaron medidas, se acabó el Calcio, nuestro fútbol, tocados los italianos en la línea de flotación. En las Españas, los que se sienten españoles y los otros, pensaban al unísono que todo iba a pasar de largo, eso si el turismo, fiestas locales que proliferan como hongos, intercambios de fluídos, tan cariñosos como somos, continuarían como los familiares de las folkloricas. Quizá convenga estarse un rato quietos, en casita.
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