Se ha acabado un año, 2015. en todo el planeta Tierra, en unos lugares antes que en otros ,por aquello de los husos horarios.
Han sido 365 días, como muchas otras veces; nos ha dejado gente, en eso de las redes sociales se han dicho muchas estupideces y se hacen recopilaciones de los memes más...no se que del año. Si no tienes Twitter no existes.
Siguiendo otras costumbres, una llamada presentadora sale medio en pelotas dando las campanadas porque los humanos nos quedamos sin imaginación como el año sin días, horas, minutos y segundos
Para la vida de un bebé nacido en 2015 el primer año de su vida es muy importante, el segundo, el tercero,...casi todos; para una persona de 83 años que los lleva con dificultad, rodeada por sus dudas, soledad, achaques y pocas energías, escasas ganas o motivaciones, agarrada a recuerdos vagos y confusos, el 2015 es otro año más.
Los atentados, los posibles y los pasados, tienen basta repercusión, se protegen los lugares de concentración en Nochevieja y las Fuerzas de Seguridad redoblan sus precauciones, ya no se trata sólo de entrañables marineros borrachos que salían en canciones dedicadas a la Puerta del Sol.
Se pasa revista a los que se fueron; famoseo de prestigio o absurdeces del mundo contemporáneo, bodas-divorcios-separaciones; se repite lo de París, el conflicto de Siria, los desastres naturales y le preguntó a un amigo al felicitarnos sobre lo mejor y lo peor de este año ya finiquitado.
Me contesta con lo peor, no habla de lo mejor; desconocía el incidente de un miembro joven de su familia que ha sido duro de asimilar, porque hay heridas del amor que tardan en cicatrizar.
Me concentro en las campanadas, me tomó las uvas una a una, alguna con pepitas incluidas, y doy gracias, una costumbre que arraigaron en mi mis progenitores y que también agradezco.
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