No sabemos bien como será el futuro, no lo sabemos exactamente o ¿quizás hay quién si lo sabe?.
Un profesor yankee, que nunca se ha equivocado en la elección de su presidente, desde 1984 (método sencillo e infalible el suyo), pronostica que Mr. Trump no durará cuatro años, sufrirá un impeachment y le reemplazará el vice, que es mucho más previsible y manejable. Esto lo dice el profesor sin aplicar método alguno, sólo intuición.
No sabemos si Hillary volverá, con otra sesión de estética mejor que La Pantoja, y está vez si el viejo Bill será primer gentleman o viejo verde a base de Viagra o lo que se invente en esos cuatro años.
A ciencia cierta no sabemos demasiado y habrá sorpresas.
Si que es cierto que todo apunta a un mayor control de todo y a una falta de naturalidad. Se adivina un futuro con mejor tecnología, comodidades y mucho más sanos, terriblemente sanos, casi inmortales ¿ Y la educación?
Las palabrotas prohibidas, los smart se convierten en nuestra identificación, tenemos una especie de antecedentes que se actualizan al igual que opinamos de un restaurant o una casa rural y los que tienen más de cuatro estrellas son la caraba, Nuestros propios compatriotas nos puntuarán y así dependeremos unos de otros en un bucle de falsedad y ambiciones.
Los pobrecitos, los repudiados, la escoria de la sociedad seremos los que decimos tacos y no somo hipócritas, seguramente me convertiré en un paria por decir lo que pienso. La libertad intelectual sobrevivirá, en el papel, pero controlada.
Habremos perdido la capacidad de equivocarnos y rectificar, de llegar por nosotros mismos, a través de nuestros propios errores, al conocimiento. No quiero saber ya la verdad quiero conocer mi error , la distancia a la verdad, caminarla y descubrirla.
Me recuerda el chiste aquel del doctor que le diagnostica a su paciente que no puede hacer prácticamente nada, va a vivir muchos años y se le va a hacer muy largo.
No se me enfaden.
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