domingo, 18 de junio de 2017

La muerte de un torero, Fandiño, por un Baltasar Ibán.

No podemos retrotraernos a la España de las primeras décadas del siglo XX, metida en operaciones de combate, en guerras en África, desconcierto político, grandes diferencias e injusticias sociales. La España de Joselito y Belmonte, también era época en Europa de una I Guerra Mundial, comunismo exportable, Unión Soviética, revoluciones sangrientas , nacionalismos absurdos y probablemente menos civilizada.
A veces entiendo a Maquiavelo cuando dice que civilización, o cultura, es algo de gente egoísta y sin escrúpulos porque confundimos civilización con un malentendido progreso.
En este mundo tan civilizado que vivimos, los toros son vilipendiados y atacados, no precisamente por los toreros. Hay una persecución prolongada para acabar con la Fiesta de los toros. Es curioso que en nuestra jerga se habla de : toros, ir a los toros, tarde de toros, cómo han salido los toros, el mundo de los toros, comportamiento de los toros, etc... y luego...de todo lo demás. 
Sin embargo se alzan voces variopintas, de personajes que deben ser muy civilizados y cultos en su comportamiento diario, reclamando la prohibición total de los toros. Los toros a pastar al campo y a extinguirse como toros de lidia; el arte del toreo es sufrimiento para los animales y nuestro mundo "tan civilizado" no puede permitir ese atropello.
Los toros solos, el mundo de los toros cada vez más abandonado a su suerte, como en el ruedo. Los jóvenes de verdad, no los de 40 añazos, no entienden ese mundo, no se lo han explicado, no lo han vivido, no lo huelen. Sólo ven sangre, animales muriendo, puyazos, banderillas y más sangre.
Hoy ha muerto Iván Fandiño, matador de toros, torero de valor reconocido, vasco (cosa extraña en la profesión). Ha muerto porque ese arte tiene mucho peligro y como todos los toreros que mueren lo hacen jóvenes para la vida, en plenitud física y sin que los adelantos en medicina pueden compensar una cornada de tales proporciones. Además su último aliento ha sido sabiendo que se estaba muriendo.
Me temo que el primero que se ha percatado de la gravedad ha sido el propio animal, el toro había cumplido con su instinto, sin regodearse, con una macabra eficacia.
Fandiño que vio los pitones cerca tantas veces, y algunas los sintió dentro, ha fallecido toreando por esas cosas de los toros que amaba. No habrá manifestaciones, ni conmoción popular como en la muerte de José en Talavera, ni Madrid, ni Sevilla, ni el País vasco se echarán a la calle. Al menos una oración.

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