Llegan los aniversarios siempre, en este caso 40 años hace. Se celebra, se comenta, se producen ausencias a la hora de entregar premios y recompensas en el Congreso. En 1977 se votó, bajo cánones occidentales, por primera vez desde los convulsos años treinta. Llegó un sistema político democrático, más o menos al estilo Montesquieu, y el periodo más largo de mayor progreso/estabilidad/desarrollo continuado en nuestra historia.
En mi opinión no había otra salida; sólo hay que ver como era España, Europa, en aquel momento, los intereses USA, la situación internacional. Por mucho obstáculos que hubiese, nostálgicos del régimen de Franco, poderes fáticos en la sombra, apalancados del bando ganador, resentidos del bando perdedor, exhilados, republicanos o monárquicos anclados en el 31 o el 36, el único tren era aquel en el que se habían subido todos los participantes en la Segunda Guerra Mundial a este lado del Telón de Acero.
Se llegó a un acuerdo, no se si el mejor posible, y se empezó a construir. Los actores, los nombres, los conocemos. Los buenos resultados son fruto de nuestro propio esfuerzo y la coyuntura favorable.
Como todo proyecto humano el comienzo fue el que fue, pero luego se requiere una continuación. Temas pendientes había muchos, de mayor o menor calado, que venían de lejos y nunca habían tenido una solución definitiva. España no era como las 13 colonias que declararon la independencia del Reino Unido. Nosotros llevamos una amplia historia detrás, fuimos parte del Imperio Romano, invadidos 800 años por musulmanes victoriosos, reconquistamos, regidores del mundo conocido y decadente potencia que llegó en muy mal estado al siglo XX.
Lo lamentable es que en estos 40 años hemos vivido muy cómodos, felices de habernos conocido, disfrutando de la bonanza económica y sin meterle mano a los asuntos pendientes que ahora florecen presionados por la perdida de poder adquisitivo, el paro, la crisis, los problemas en la construcción de una Europa definitiva, el reto de la tecnología, el cambio climático y la globalización.
Tampoco hemos educado mejor a las próximas generaciones. De pronto las conversaciones son tópicos partidistas del pasado un tanto limitados, como si no hubiésemos aprendido nada.
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