miércoles, 7 de noviembre de 2018

La lluvia en Sevilla no es una maravilla.

Por esa lluvia pronosticada me excuse de las ruinas de Itálica entre paraguas. La cultura Romana dejó su sello en estas tierras y tuve que cambiar el programa. Me concentre en Murillo y sus obras, que no son solo Inmaculadas. Después del museo de Bellas Artes y el hospital de la Caridad, su Hermandad y la obra de Miguel de Mañara, su obra filantrópica, allá por el siglo XVI en sus comienzos, hubo Palacio de Las Dueñas, descanso en un café de Sierpes, iglesia del Jesus del Gran Poder, barrio de Santa Cruz y otro receso en el Alfonso XIII. Muchos de estas obras y lugares reflejan la capitalidad mundial de Sevilla.
La verdad es que ahí están todas estas obras y también la forma de pensar del venerable Mañara y sus valores. Se quedó viudo joven, murió a edad temprana para nuestros días y se dedicó a hacer el bien y es que pensaba que los días que estamos residiendo en este planeta, el tiempo, no tienen ningún valor si no pensamos en esa vida que empieza cuando mueres y te piden responsabilidad por tus actos. Mañara, el venerable señor, creía en eso, y me da la impresión que muchos compartían libremente esos conceptos e ideas. Sevilla se abría por su río Guadalquivir al océano Atlantico y tras muchas millas y aventuras esperaba un nuevo mundo lleno de aventuras oros, desafíos, gloria o muerte. Aquellos eran hombres normales, con poco que perder, mucho que ganar y creencias. En el desayuno un canal de televisión nacional comentaba decisiones del Supremo, del Tribunal de Estrasburgo, de supuestas violaciones en masa, con una sensación de desazón en mi víscera cardiaca. No puedo coger una carabela, ya no existen, el nuevo mundo es USA, Mr. Trump ha llegado a la mitad, y su sistema funciona el americano.

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