En una sobremesa tranquila, apacible, me olvidé de las noticias, del telediario, del noticiero que no dice nada y no me quedé dormido. También me olvidé de los whatsapps reenviados que denotan una brutal falta de imaginación, me olvidé de Jordan Peterson, sus frases, sus polémicas, su razón.
No me olvidé de Frank Capra, el siciliano americano. Me puse a ver cine de 1936, Mr Deeds goes to town, es el título original, en castellano "El secreto de vivir". Desconozco si en realidad hay un secreto en la película.
En Hollywood Capra estrenaba y en España ya sabemos lo que pasaba, pasó, aunque traten de confundir la realidad con esa hipocresía que Jordan Peterson ataca.
Supongo que hay que darle su crédito al guionista, Robert Riskin, por la parte que le corresponde al escribir "Mr Deeds goes to town", como hizo con otras maravillosas películas de Capra, y por supuesto a Mr. Capra por el cual siento cierta debilidad, es como hablar del Madrid de Puskas y Di Stéfano.
La historia es la de un hombre sencillo-normal-tranquilo como el que no hay muchos, que hereda 20 millones de dólares de aquella, una burrada de pasta. Mr Deeds, Longfellow, toca la tuba en un pueblo de Vermont donde todos se conocen, es un hombre sin ambiciones en su plenitud de los 35 años. Le toman por cateto en la gran ciudad, pero es muy inteligente, honesto, sincero, educado, generoso y además es... Gary Cooper.
Un fachón de tío, alto, delgado, impecable, naturalidad y estilo, una sonrisa de no dar importancia a lo que hacía. En la historia reparte todo su dinero entre los necesitados de la Gran Depresión, como el que no quiere la cosa y se queda con la chica. Yo me quedé, una vez más, con la boca abierta.
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