lunes, 7 de julio de 2014

Hasta siempre Don Alfredo Di Stéfano.

Sabemos que es ley de vida, pero nunca nos acostumbramos cuando llega el momento.
Di Stéfano vino de Buenos Aires, vía Colombia, para triunfar en el Madrid y a fe que lo hizo. No se si es el mejor jugador de la historia, no me interesa y a él creo que tampoco, porque decía que en la delantera de River era suplente, aquellos cinco los consideraba muy superiores.
Su llegada coincidió con Don Santiago, un magnífico nuevo estadio y la Copa de Europa, además de unos compañeros que jugaban muy bien.
Yo le vi en el campo ya mayor, ganado mucho y metiendo goles. Recuerdo un 4-1 al AC Milán, campeón de Europa vigente, para luego caer en la final contra el Inter en Viena y abandonar Chamartín. Ya le llamaban abuelo desde la grada y resucitó ante los maravillosos italianos.
No me molestaré en compararle con nadie, me pega que era único. Lo que hacía, donde lo hacía y cuando eran lo esencial, porque ocupaba todo el campo.
No se tampoco si inventó una manera nueva de jugar, el todo terreno, o la omnipresencia en el rectángulo. Además era ocurrente y simplificaba comportamientos, pautas, situaciones y normas con un sabiduría sencilla, ocurrente y dando de lleno en el meollo del asunto.
Lo bueno de una persona como él, es que pasará a la posteridad como un porteño único, de apellido extraño que hizo del blanco el eterno color de muchos y esos momentos como los grandes sabores quedan para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario