jueves, 24 de julio de 2014

Aviones caídos, de Ucrania a Mali.

No es porque sea verano en el hemisferio norte o por ausencia de noticias, las catástrofes aéreas atraen mucho la atención, la llamada atención mediática ante la cruda realidad de la muerte. 
La gente, que puede disfrutar de las llamadas "bien merecidas vacaciones" en playa o campo, contempla las noticias de un avión perdido, de unos restos encontrados y las tragedias personales que rápidamente caen en el olvido y persisten hasta el fin en los corazones de los afectados. La aviación comercial es el medio más seguro de transporte con diferencia, conviene recordarlo. Sus profesionales están debidamente cualificados, sus medios revisados, sus procedimientos verificados y sin embargo cuando un avión cae, suele morir mucha gente. A veces la mejor noticia es que el aeroplano no fuese completamente lleno o que alguien perdiese el vuelo a última hora.
Y en esta lotería de accidentes y tragedias, a veces se producen muchas coincidencias de compañías, nacionalidades, fechas o situaciones, que no responden a ningún criterio lógico. 
Hay quien equivocadamente se dedica a lanzar misiles contra fáciles-inofensivos blancos civiles, otros se pierden en el inmenso océano llevándose los secretos al fondo del mar, una cola de un tifón se empeña en estrellar un avión vulnerable en su maniobra de toma y otro de compañía española se encuentra con las arenas del desierto sin saber todavía las razones.
Muchos pasajeros eran franceses de nacionalidad, Francia está presente en la zona, pronto se sabrán algunas de las respuestas. Para los familiares, los que conocían a los viajeros , los verdaderos sufridores de la tragedia, y tripulación no habrá consuelo definitivo, como no lo hay ante ninguna pérdida.

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